Archivos para 30 November 1999

Ayer tuve la mala suerte de tener que asistir a un funeral. En la vida me ha tocado enfrentarme varias veces con la muerte de gente querida como le habrá pasado a muchos de los lectores, y cuando esto ocurre, muchas cosas pasan por la cabeza de uno, pero siempre rondan muchas ideas filosóficas sobre qué es la muerte (y probablemente qué es la vida) y por qué tantas veces llega cuando (creemos) no tiene que llegar. Algún día escribiré más tranquilo algunas ideas sobre cómo nos tomamos la muerte en el mundo occidental en el que vivimos, pero mientras tanto quería compartir con ustedes un tema y un poema.

Arriba, pueden escuchar linda y sencilla canción del gruipo Árbol que va sobre una de las ideas de la muerte, que aquellos que se fueron siguen aquí, dando vueltas; idea que fue tratada varias veces en el cine.

Y abajo, podrán ver un poema que me hizo re pensar la muerte en uno de mis momentos más tristes de la vida, cuando uno intenta comprender por qué alguien murió, por qué se fue, y uno busca respuestas que no aparecen y el querido y admirado Mario Benedetti lo pone muy claro en un poema que me acompañó durante muchos años: no hay un por qué, la muerte es igualitaria y ecuánime, neutra y equitativa.

Con ustedes, Embarazoso panegírico de la muerte:

La periodista me preguntó si yo creía en el
más allá y le dije que no entonces me
preguntó si eso no me angustiaba y le dije
que sí

pero también es cierto que a veces la vida
provoca más angustias que la muerte

porque las vejaciones
o simplemente los caprichos
nos van colocando en compartimientos
estancos

nos separan los odios las discriminaciones
las cuentas bancarias el color de la piel la
afirmación o el rechazo de dios

en cambio la muerte no hace distingos
nos mete a todos en el mismo saco
ricos y pobres
súbditos y reyes
miserables y poderosos
indios y caras pálidas
ibéricos y sudacas feligreses y agnósticos

reconozcamos que la muerte hace siempre
una justa distribución de la nada
sin plusvalías ni ofertas ni demandas
igualitaria y ecuánime
atiende a cada gusanito
según sus necesidades
neutra y equitativa

acoge con igual disposición y celo
a los cadáveres suntuosos de extrema derecha
que a los interfectos de extrema necesidad
la muerte es ecléctica pluralista social distributiva insobornable

y lo seguirá siendo a menos que a alguien se le ocurra privatizarla

A mi viejo y a mi tío: ojalá estén tomando un café en algún lado del universo o el más allá.

Hoy se cumplen 46 años de la muerte de Ernesto «Che» Guevara. Mi Twitter bio dice que «me gustaria ser un poco de»: el Che, Einstein, el «Loco» Bielsa y Dr. House. Una combinación rara, pero no perdamos el foco, hablemos del Che, un loco argentino que terminó siendo para mucha gente símbolo de revolución, y uno de los artífices más importantes de la revolución cubana. Hablemos también de los ídolos, ¿por qué tenemos ídolos? No es mi intención hacer una bio de su vida, seguramente hay de sobra en Internet (¿empezando por la Wiki?), pero no quería dejar pasar el aniversario de su muerte y compartir con ustedes qué me ha inspirado (al menos desde los libros y lecturas que hice sobre su vida) el Che.

Pero empecemos por los ídolos, mientras escribo este post pienso qué hace que tengamos ídolos. A algunos la palabra los asusta, dicen no tener ídolos, solo gente que admiran. Para mí es lo mismo, es solo el miedo a la palabra. Algunos rechazan la idea de que los ídolos tienen que ser personas reconocidas, y apuntas a los héroes cotidianos. Es cierto, también los tengo. Mi viejo, mi hermano, muchos amigos, compañeros de trabajo, mucha gente que admiro. Pero si te dijera que admiro a mi viejo, a mi tía o a mi vecino, ¿qué carajo te estoy diciendo? Por eso mejor si hablamos de exposición pública, no me parece mal admirar las acciones de algunas personas. Y además, fundamentalmente, yo creo que cuando admiramos a alguien, cuando tenemos un ídolo, sentimos empatía no con sus acciones sino con sus valores. Y a mí me gustan los valores del Che. Creo que en mi vida usaría un arma, ni me veo haciendo la revolución en una selva. Pero admiro lo que hicieron, y muchos de sus valores.

Una de las cosas que más me interesó de su vida fue su disposición a perder algo por sus valores. El Che no es un revolucionario que nació en la pobreza. Hasta su adolescencia tuvo una vida como la nuestra, un joven de clase media, que estaba en la universidad y vivía una vida burguesa común y corriente, de alguna forma. Y un viaje por Latinoamérica lo transoformó, y decidió resignar esa vida burguesa que podría haber llevado para vivir otra vida, mucho más comprometida y revolucionaria. Y a mí eso me despierta admiración.

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Aprovecho para alertar a los lectores sobre mi semi-ausencia en las próximas semanas por futuros cambios importantes en la vida. Estaré un poco ausente aunque intentaré ir posteando aunque sea contenidos cortos para mantenerlos atentos. 🙂 Ahora sí, vamos al post.

La gran mayoría de los usuarios de Windows conoce (o mejor dicho ha sufrido) la famosa pantalla azul de la muerte, esa odiosa pantalla que nos da Windows cuando el sistema se cuelga:

Blue Screen Of Death

¿Quién no la ha sufrido? Calculo que todos algunas vez pero, ¿alguna vez vieron esta?

Se trata nada más y nada menos que de la Pantalla Roja de la Muerte (Red Screen of Death), de la cual me enteré leyendo este post de Alt1040 (pueden ver un lindo video musical con los sonidos de errores de Windows allí).

¿Por qué nadie conoce esta pantalla roja de la muerte? Porque aparece sólo en Windows 98 y versiones beta de Windows Vista, mientras que la otra aparece… ¿siempre? 😛

Acá tenemos un muchacho que la capturó en video (vean el minuto 1:50 aproximadamente):

En fin, si se sorprendieron como yo, hoy ya aprendieron algo nuevo. 😉 ¿Habrá más Screen of Death?